No solo la inversión debe ser sostenible, también su comunicación

¿Greenwashing? ¿moda? ¿marketing? o ¿realidad? Desde hace unos años, muchas empresas se han sumado a la tendencia de la inversión responsable y la sostenibilidad, lo que ha despertado algunos recelos en los más desconfiados. La cuestión de la inversión socialmente responsable no es baladí si nos atenemos a los crecientes desafíos a los que se enfrenta el planeta y la sociedad, como el cambio climático o la desigualdad social, entre otros. La clave para marcar la diferencia en este terreno y transmitir confianza y solidez radica en los hechos, pero también en la comunicación, en cómo se transmiten las medidas adoptadas o los pasos que se están dando en este sentido.

Aunque, evidentemente, siempre hay que se suma a una tendencia o una situación para intentar sacar provecho sin cumplir con los criterios requeridos, la realidad es que la inversión socialmente responsable ha llegado para quedarse y que está avalada por unos estándares y criterios cada vez más estrictos y homologados, aunque aún queda mucho camino por recorrer en este sentido.

Dentro de la industria financiera, uno de los sectores más activos en este terreno han sido las gestoras de fondos de inversión. Prácticamente, todas han adoptado políticas ESG (criterios medioambientales, sociales y de gobierno corporativo) en parte o la totalidad de su gama de productos de inversión, reivindicando su papel como actores fundamentales de la sociedad y su poder (como grandes inversores) para presionar a las empresas a adoptar políticas responsables también.

Grandes embajadoras de marca

Como se suele decir, quien golpea primero, golpea dos veces. Por lo que las pioneras en comunicar su intención de convertirse en inversores responsables se erigieron en las grandes embajadoras de esta tendencia, que se ha intensificado aún más si cabe a raíz de la pandemia del coronavirus, que ha puesto de manifiesto que los criterios sociales -que habían sido los grandes olvidados- son igual de importantes.

Algunas de las que ya no podían jugar con el factor ‘momentum’, especialmente las grandes, han optado por decantarse por lo que en el argot financiero denominarían el factor ‘size’. Es decir, por convertir toda su gama en socialmente responsable, transmitiendo un compromiso firme e inquebrantable con la ISR y movilizando billones de euros hacia compañías que puedan recibir esta calificación. Asimismo, también les permite comunicar a sus inversores que, aplicando este tipo de criterios, en teoría, será más fácil evitar posibles fraudes o escándalos en cualquiera de sus productos. Es decir, aplican criterios no financieros para calcular mejor el riesgo de las inversiones.

Predicar con el ejemplo

No obstante, en aras de transmitir realmente la veracidad de ser un inversor responsable lo más adecuado es realizar un ejercicio de transparencia y presentar informes a sus propios inversores. Estos informes pueden abarcar diferentes criterios, que pueden ir desde la huella de carbono de la cartera, la remuneración de sus directivos, la política de beneficios sociales a sus empleados, su compromiso con la igualdad y la conciliación, o el impacto medible y cuantificable de las inversiones en términos de beneficios de la sociedad. Por ejemplo, a qué proyecto se ha destinado la emisión de bonos verdes en la que se ha invertido, o cuántas horas de educación primaria ha recibido un niño por cada millón invertido.

Es decir, el popular dicho de la mujer del César no solo tiene que serlo, sino parecerlo se podría aplicar a la inversión ESG. No solo basta con aplicar de forma correcta y escrupulosa estos criterios, los inversores también deben conocer el impacto real de sus inversiones y su contribución con el planeta y la sociedad.

Isabel Mauricio, Directora de Cuentas | Comunicación Financiera

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