Fake news: ¿tener poder para desinformar o desinformar para tener poder?

La Real Academia Española define “desinformar” como “dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines” como primera acepción. La aparición de las redes sociales, a las que muchos consideran como el quinto poder, ha viralizado la desinformación hasta límites que han trascendido el control inicial que se tenía de las mismas. Lo primero que nos debemos preguntar es cómo afectará esta desinformación ilimitada a las nuevas generaciones que crecen únicamente en el entorno online. Tal es así que la Federación de Asociaciones de Periodismo de España (FAPE) ha solicitado a la ministra de Trabajo que se imparta una asignatura de periodismo durante la etapa de la ESO. Aseguran que es la única forma de que los jóvenes aprendan a distinguir entre una noticia real y una falsa.

Y si las denominadas ‘fake news’ son una bomba, las redes sociales son el detonador. La veloz capacidad de difusión que tienen,  el hecho de que cualquiera puede acceder a ellas y el anonimato que ofrecen las convierte en el escenario perfecto para dar cabida a las noticias falsas. Tanto es así que el 86% de los españoles tienen verdaderas dificultades para distinguir entre noticias falsas y reales.

En Twitter hay cerca de 48 millones de bots, y en Facebook suman más de 60 millones, una cifra estratosférica que da cuenta de la imposibilidad de control que hay en redes, y más cuando una gran parte de la población las utiliza como fuente de información. Es por ello que las redes sociales han endurecido sus acciones para tratar de evitar todas las cuentas falsas o que producen contenido que no es verídico:

Los sentimientos hacen que difundamos más las noticias falsas

La viralización de las fake news se nos ha ido de las manos. Así lo confirma el Instituto Tecnológico de Massachusetts, que ha realizado un informe del cual se desprende que las noticias falsas tienen un 70% más de probabilidades de ser extendidas que las verdaderas. Esto se debe a una cuestión puramente sentimental: las fake news producen una sensación de sorpresa y enfado, mientras que las noticias reales suelen suscitar más tristeza. La cuestión es que la furia y el asombro motivan más la tendencia a compartir contenido que la tristeza; de ahí que las fake news se vuelvan más virales. Y no es que sean algo nuevo; siempre han existido, pero ahora encuentran canales de difusión inmediatos con los que no contaban antes.

El asunto de las fake news se ha convertido en una preocupación global y la Unión Europea ha decidido tomar cartas en el asunto, o al menos intentarlo. Por ello ha lanzado la campaña “EU versus Disinformation”, un website  que  pretende ser una base de datos de fake news a nivel mundial. Tal y como ellos mismos se definen, son “parte de una campaña para predecir, reportar y responder casos de desinformación pro-Kremlin”. Sin embargo, los casos de desinformación van mucho más allá de las fronteras rusas, aunque este país sea uno de los principales focos de informaciones falsas.

Las fake news influyen en la opinión social y transforman la realidad

El ejemplo reciente más claro del poder que tienen lo vimos durante la campaña electoral de Donald Trump en 2016, donde se difundieron varias informaciones que nos llevan a preguntarnos seriamente si impulsaron a Trump en su victoria, dada la influencia que tuvieron. Dentro de nuestras fronteras también contamos con ejemplos que muestran la influencia de las noticias falsas en la opinión social. Uno de los ejemplos más recientes es el caso de Francisco Canas, cuya foto fue difundida como agresor de una mujer en Algeciras. El caso es que el día en que se cometió la agresión, Francisco se encontraba en la cárcel, con lo que no pudo ser el autor. Sin embargo, su cara seguía apareciendo en las redes sociales de miles de usuarios. Más mediático fue el caso de la ‘Operación Palace’, el falso documental que emitió el programa “Salvados” en 2014 con motivo de la opacidad en torno al 23-F y uno de los casos más claros sobre cómo influye una noticia manipulada en la sociedad. El alcance que tuvo en redes sociales simultáneamente a su emisión fue elevadísimo. Fue trending topic nacional y mundial debido a las más de 256.000 menciones a tiempo real que obtuvo; y alcanzó un share de casi 24%, convirtiéndose en el programa no deportivo más visto de la cadena en la que se emitió.

Los medios de comunicación y esa fuerza que les concedía la referencia como “el cuarto poder” se han visto superados por las redes sociales, cuya potencia aumenta con el más que merecido nombre de “el quinto poder”. La desinformación está a la orden del día, lo único que tenemos que tener es paciencia. Paciencia antes de difundir una noticia de la que dudamos, pues una vez que se presenta en redes sociales ya no hay marcha atrás. Aunque quizá la principal preocupación que debemos tener ahora es la de educar a las nuevas generaciones, inculcarles la existencia de la desinformación y enseñarles a dudar para poder distinguir las noticias verdaderas de las fake news.

“Lo que ocurre en Las Vegas se queda en Las Vegas. Lo que ocurre en Twitter se queda en Google para siempre” – Jure Klepic (Experto en marketing y social media para empresas).

Paula Guerrero | Ejecutiva de cuentas División de Businesscom

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