Los usuarios comienzan a experimentar signos de fatiga a la sobreexposición a las nuevas tecnologías. Quizás era de esperar, pero recientes estudios están demostrando que la cosa se nos ha ido definitivamente de las manos.
¿Sabías que un 50% de los estadounidenses duermen junto a sus smartphones, abrazados, como si se tratase de un osito de peluche? ¿O que más de un 70% de los españoles no puede pasar un día entero sin él? Nuevos estudios indican que miramos el teléfono cada 10 minutos o que podemos experimentar signos de ansiedad al perder la hiperconectividad que nos aportan.
De hecho, es probable que mientras estás leyendo este artículo, estés desviando tu atención a nuevos mensajes que entran en las bandejas de alguna de las múltiples aplicaciones que tienes descargadas. Pero ¿es eso útil para las marcas?, ¿es recomendable que invadan un espacio tan personal?
Afortunadamente para los usuarios, las nuevas tendencias consideran el espacio personal como un aspecto calve. No sólo porque comienza a ser poco rentable el “bombardeo”, sino por el auge de nuevas tecnologías que alivian a los usuarios de semejante exposición. Aplicaciones como Paper Karma nos ayudan a limpiar nuestras bandejas de promociones no deseadas. Otras, como Checky aportan datos a esta fiebre y miden el número de veces que consultamos el smartphone. Mientras que Calm o Headspace nos ayudan a reservar tiempo para nosotros mismos y practicar la meditación, al menos, una vez al día.
La privacidad no es una variable de éxito en el Marketing. Supone silenciar la relación con los usuarios y, obviamente, eso no interesa. O sí. Recientemente, unos muchachos de Singapore han desarrollado una aplicación que sorprende por la recompensa que aportan a la privacidad. Cada vez que más de dos usuarios la conectan, sus smartphones se vuelven mudos (y sordos). Pero lo más relevante es la recompensa: en sus pantallas un árbol comienza a crecer conforme avanza el tiempo de desconexión.
Las nuevas tecnologías y su rápido acceso a los usuarios han permitido a las marcas entrar en terrenos antes prohibidos. Provocar la frecuencia es ahora uno de los grandes retos, pero la vía para conseguirlo se antoja clave. Descartado el bombardeo, producto en muchas ocasiones de la compra de bases de datos, el desafío se centra en mirar al consumidor de una forma más analítica. Conseguir ser más significativos para ellos y provocar que nuestra propuesta sea realmente relevante. Y para ello, las marcas deben dejar a un lado el ‘cortoplacismo’ para introducirse en un ecosistema donde sólo quienes cambien la forma de interactuar con sus usuarios sobrevivirán en las bandejas de entrada de sus potenciales clientes.