Entrevista a Josphat Kinya, CEO de MoDe
La conectividad es ya un commodity. Una materia prima irrenunciable en cualquier sociedad, independientemente del status económico en el que se encuentre. De hecho, existen muchas zonas en el mundo donde la conexión a internet se ha adelantado en el tiempo a la lógica implantación paulatina de novedades tecnológicas. En África ha llegado antes el 3G que el cable del teléfono, los métodos de pago vía SMS que los cajeros y los medios online se han adelantado a imprentas y emisoras.
No deja de ser una paradoja que un comerciante de un puesto de frutas de Nairobi maneje una tecnología de micropagos, mejor implantada y más generalizada que la que usamos en Europa. Pero es absolutamente revolucionario que el comprador pueda acceder a nanocréditos en nanosegundos, para financiar el pago. Es el lema de Josphat Kinya, CEO de MoDe, uno de los emprendedores que está cambiando el paradigma de relación entre el usuario de banca. Desde África.
Cuando conocí a Kinya, en un acto organizado por IBM, lo que más me impactó fue la transformación social que estaba tramando. El valor de su aplicación no se media tanto en retorno económico (que también), sino en ahorro de tiempos y desplazamientos que supone tener un mini banco en el teléfono móvil. El servicio está diseñado para cubrir necesidades concretas y aporta todas las garantías para quienes conceden los préstamos. De hecho, como me confesaba, apenas registran casos de morosidad, al ir vinculada la recepción de ese nanocrédito al servicio de telefonía (algo irrenunciable para un africano hoy en día).
EL LUJO NO CAMBIA DE LADO
Sin embargo, lo que muchos comparten, por definición, no entra en el terreno de lo extraordinario, ni de lo exquisito, ni de lo único; valores todos asociados al lujo. Y a lo inalcanzable del estilo de vida que separa a un millonario de un trabajador ‘común’ (dado que la vestimenta, por ejemplo, ya no es uno de esos elementos diferenciales).
Pronto la vida offline será el referente de una nueva versión de “echa digital”. Lo presencial será un lugar reservado para una nueva categoría de ciudadanos: los que salen al cine, pagan una cena de amigos, compran en tiendas físicas o viven los viajes ‘saliendo de casa’. Puede parecer una quimera, pero el hecho de que se esté imponiendo una nueva oferta de ocio, basada en la tarifa plana, ha puesto en guardia a numerosos players que comienzan a ver la conectividad como una nueva herramienta del ‘status quo’.
Por unos cincuenta euros al mes, cualquier habitante del planeta tiene acceso a millones de horas de ocio. Más de las que podrá consumir su familia en generaciones. Y dentro de este nuevo ecosistema, el nuevo ciudadano encuentra todo (o casi todo) lo que necesita para considerarse feliz. Desde series de televisión, libros, películas, lugares de encuentro y flirteo.
Pensemos ahora en un trabajador, padre de familia, cuyo salario no supera los mil euros. Pensemos en él además, como un recurso económico estratégico dentro del nuevo modelo económico-productivo que parece estar adoptando Europa. Restemos sus gastos frecuentes, sus deudas y sus obligaciones financieras. Y nos encontraremos que esos 50€ que paga por el internet, están permitiendo que la camada no se le descontrole. Amigos cercanos me hablan de internet como un sustitutivo de la famosa “paga semanal”. Y, en efecto, si dividimos el número de horas de ocio por el precio de la conectividad y el dispositivo, la cuenta nos sale tremendamente favorable.
Pero… ¿Y quién va a viajar, comprar en tiendas, salir a tomar algo en el centro o cenar en un restaurante? Son experiencias cuyo gasto medio oscila entre los 50-100 €. Obviamente, no será el padre mileurista. Ni el gammer de su hijo, ni la instagrammer de su hija.
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