El condicional del rumor

En francés la palabra rumor es femenina. Y es que, la mayor parte de las personas asocian el cuchicheo a la familiar imagen de mujeres trasmitiéndose información unas a otras, a espaldas de vecinos y conocidos, con el único propósito de llegar primero, ganar en popularidad o en aceptación; otras muchas por pasar el rato en las tardes de verano, y la gran mayoría de las veces sin pensar en las consecuencias de adónde llevan esos datos no contrastados, o directamente inventados, con los que nos hacemos llamar sabios.

Pues bien, el rumor ha pasado del ámbito del ocio a ser algo que existe sin distinción de sexos o profesiones. Sin embargo, no todas las profesiones tienen el mismo compromiso con el uso debido y responsable de la información: esto es un clásico, pero la información es poder y, como todo gran tesoro, su uso implica una responsabilidad y un deber que muy pocos tienen en cuenta. Especialmente para los periodistas que son la versión de los contadores de historias de nuestro mundo actual.

En las facultades de Periodismo enseñan la regla fundamental de que el rumor no es noticia y que todo dato extraordinario ha de contrastarse y, si es posible, con fuentes válidas. El “me han dicho que un amigo de un conocido le ha dicho lo siguiente” debería ser la primera razón para desconfiar, por muy jugoso que sea el titular. Por muchos retwitteos que se ganen o visitas o clicks que se consigan en la web, aumentando exponencialmente el valor publicitario.

Cabe preguntarse realmente qué tipo de información consumimos hoy en día

Cabe plantearse: ¿Desconfiamos de las noticias no contrastadas o especialmente suculentas? La respuesta, por desgracia, es no. En una sociedad movida por lo inmediato o por lo que vende, el periodista clásico de libreta y lápiz, incluso el de grabadora y micrófono, pasa a distorsionarse para convertirse en un profesional que corre a la velocidad de la luz con una tablet en la mano para llegar antes que su competencia a contar algo, que puede no tener pies ni cabeza, pero que atrae a curiosos y ahuyenta a sabios.

La tentación del rumor, al que pocos saben sucumbir

Sino analicemos lo que leemos hoy en la prensa. En una columna de opinión de El País se apuntaba a que la profesión ya ha inventado una “fórmula verbal” para deslizar el rumor con libertad y limpieza de manos. Es el llamado “condicional del rumor”. El clásico: “Roger Waters habría muerto en su casa londinense”, enciende alarmas pero protege al responsable de la noticia, porque, ojo, se ha servido de la fórmula mágica para propagar, en definitiva, mentiras. Unos meses después el lector de tal infamia o su propio autor está buscando en Ticketek las entradas para el próximo concierto del ex integrante de Pink Floyd, que tocó en el Palacio de los Deportes de Madrid el pasado mes de mayo.

Sería interesante plantearse al revés ese condicional rumorológico o, mejor dicho, utilizarlo correctamente: “Habría que tener cuidado con las cosas que se dicen”.

Y de nuevo, podríamos precisamente dar la vuelta a la situación de la sociedad en la que vivimos, ya que, al tiempo que la información se convierte en inmediata, también crece proporcionalmente la responsabilidad con la que debería operar el periodista, ya que en menos de cinco minutos tu bulo puede ser leído por medio mundo.

Hay que volver a plantearse: ¿alguien se da cuenta de esto? Seguramente sí, pero, replanteemos: ¿alguien hace algo al respecto? Respondo: seguramente no lo suficiente. Igual de delicado que es un arma de doble filo es la autoridad que un medio de comunicación se gana cada día o destruye, en la milésima de segundo que tardas en dar el click para publicar.

Sí, todo va de velocidad hoy en día

Parar el fenómeno de la sociedad de la información, de la inmediatez que nos dan las redes sociales o Internet, es bastante complicado. Pongamos que imposible. Sin embargo, el mundo digital puede jugar tanto en nuestra contra como a nuestro favor.

Por ejemplo, está Emergent, un proyecto del Tow Center for Digital Journalism de la Universidad de Columbia, que rastrea rumores en tiempo real y que pone alertas en redes sociales o medios de comunicación de informaciones no contrastadas. Después de un proceso de verificación posterior se confirma si se trata en efecto, o no, de un dato falso.

Como el día a día, el calor o la falta de conciencia de lo importante que es nuestra profesión propongo el reto de volver a los tiempos de libreta y lápiz y tomar nota de estos consejos para ayudar a no ser partícipes de la propagación de los rumores, sino convertirnos en sus máximos detractores:

  1. La idea simple siempre triunfa: A veces se tiende a pensar que el exceso de detalles ayuda a conformar una historia creíble y completa. El contenido accesible y fácil de leer gana la mayor cuota de credibilidad.
  2. No seas el problema sino la solución: si no te fías, no te conviertas, (o al medio en el que trabajas), en un canal de difusión de esa información.
  3. Una imagen vale más que mil palabras: acompañar el texto de contenido visual sin duda ayudará a mantener la credibilidad.
  4. Escribe bien: una buena narrativa siempre será tu mejor aliado para generar confianza en tu trabajo.
  5. Sé rápido: dicen que las peores noticias son las que primero llegan. Es verdad. Si te has equivocado sé rápido también en retractarte y pedir disculpas.

Y para cerrar, rescatamos una cita clásica del periodista de Ryszard Kapuscinski: “Para ser periodista hay que ser buena persona”.

Noelia Barrientos | Ejecutiva de cuentas en la División Corporativa y Asuntos Públicos

Compártelo