El cambio debe ser doloroso

hombre pensando

resilencia ante el cambio

Cuando uno hace el Camino de Santiago debe saber que existen dos tipos de dolores: el físico, que se produce en las primeras etapas del camino, y el psicológico, que puede llegar a la semana, cuando las piernas parecen haber entendido que se ha de seguir andando pase lo que pase y todo el protagonismo se lo lleva nuestra cabeza. Es precisamente el segundo tipo de dolor el que ayuda a cicatrizar las heridas más profundas y activa el verdadero proceso de transformación personal.

Los cambios empresariales que antes tardaban décadas en producirse se han acortado a un ritmo frenético.

Echando la vista atrás a hace tan solo 5 años, parece que lo que pensábamos que sí, ahora es que no, y viceversa. CEOs, directores de comunicación, marketing y ventas están intentando encontrar las nuevas claves de un mercado que poco o nada tiene que ver al que conocieron cuando dieron sus primeros pasos profesionales. Los saltos generacionales siguen acentuándose, la tecnología y la innovación siempre irán un paso por delante, y lo más dramático de todo es que no existen ni existirán caminos definidos en la adaptación de las empresas a la nueva sociedad, solo metodologías.

El dolor físico empresarial es el cansancio en la búsqueda de nuevas fórmulas. El dolor psicológico es el que viene cuando se han activado los mecanismos internos para tomar nuevas decisiones, basándose en un proceso de escucha activa del mercado y en la creación de un equipo de trabajo con perfiles profesionales diferentes y complementarios que deben influir directamente en el nuevo rumbo de la entidad. Se acabaron los personalismos.

Lo fácil es tomar pequeñas decisiones con inversiones irrisorias y esperar a ver qué pasa. Lo difícil y doloroso es sentarse en una mesa con una periodicidad espartana y exponer con cifras y argumentos por qué lo que pensabas que era blanco ahora es negro. Esto implica tomar nuevas decisiones que jamás se pensó adoptar y, en definitiva, medir con precisión de cirujano si hemos acertado, errado o nos hemos quedado a medias, y volver a tomar una nueva decisión.

Lo cierto es que las agencias de comunicación, históricamente, han pecado de reaccionarias y conformistas. El famoso “en casa del herrero cuchillo de palo” ha dejado de convertirse en una frase simpática de ascensor a ser motivo de vergüenza. Las consultoras deben actuar como auténticos catalizadores del cambio con sus clientes: no es un añadido sino un must, si es que existe en ellas el interés de que sus clientes sigan compitiendo en mercados cada vez más atomizados y con nuevos jugadores que ya han nacido en dinámicas de trabajo nuevas, sin las viejas estructuras jerárquicas de antaño. Las agencias de comunicación, si han activado ese proceso de cambio en sus propios intestinos, conocen las ventajas pero también el dolor que puede producir.

Es lógico pensar que cuando uno sufre un desamor busca consuelo en alguien que haya superado con éxito un proceso parecido, por eso las consultoras que no hayan implementado el cambio en sus estructuras no pueden ser las indicadas para liderar o acompañar a sus clientes en esa transformación.

El cambio duele porque es un salto a nuevos terrenos desconocidos, pero también es maravilloso, ilusionante y motivador participar en rumbos empresariales apenas explorados. Tengamos siempre presente que los errores se producirán y deben asumirse y analizar con la seguridad de saber que ayudarán a acercarnos aún más al éxito que toda empresa debe perseguir.

Juan Freijo es Director de Desarrollo de Negocio de Evercom

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