Mi è sembrato di sentire un rumore, rumore (me ha parecido oír un ruido, ruido), cantaba Raffaella Carrà allá por 1974. Aunque la artista italiana entonaba aquel verso a un amante ya no presente y en teoría olvidado, el ruido que emitía su corazón hacia que por su cabeza transitaran todo tipo de pensamientos.
Los rumore o ‘ruidos’ en los mercados financieros funcionan de una manera similar, por extraño que parezca. A pesar de su afición por los anglicismos, siglas imposibles y algoritmos ininteligibles, los mercados también se rigen por elementos irracionales que atienden más a los vaivenes de las emociones que a la certeza de la lógica.
Tomemos, por ejemplo, una de las operaciones más relevantes que se cuece estos días, la de Atlantia sobre Abertis. El 18 de abril las ediciones online de los medios económicos informaban del interés del grupo italiano de infraestructuras Atlantia en explorar una operación corporativa con Abertis, la empresa española dedicada a la gestión de autopistas e infraestructuras de telecomunicaciones. De inmediato, el mercado interpretó que la italiana sopesa comprar o integrar a la española y crear así el mayor operador de infraestructuras del mundo.
Las acciones del grupo español se dispararon un 6,62% antes de que el supervisor bursátil, la CNMV, ordenara la suspensión de su cotización. En cuestión de minutos, el valor de la empresa pasó de 15.137 a 16.138 millones –1.000 millones más– o, lo que es lo mismo, una cuarta parte del presupuesto del Estado español para Sanidad. Y normalmente, en operaciones como ésta, se ofrece una prima a los inversores, para que vendan sus acciones. Así que, de lanzarse a esta compra, Atlantia probablemente tendrá que acabar ofreciendo un poco más.
Increíble, ¿no? La influencia de los rumores de mercado, propagados por los medios de comunicación especializados, es amplia y su mecha prende más rápido que la de un cohete en Fallas. Debido a la capacidad de difusión que tienen los medios, cuando un rumor se cuela en la parrilla informativa se propaga a una gran velocidad y obliga a las empresas involucradas a tomar cartas en el asunto y ofrecer algún tipo de explicación. Por su parte, el regulador bursátil, que tiene la función de velar por la transparencia del mercado, se ve obligado a interferir y suspender la cotización del valor en cuestión para evitar que una de las partes o un inversor individual tenga más información que otro, distorsionando así el funcionamiento del mercado.
Abertis, sin haber firmado ningún contrato estrella o haber anunciado un nuevo plan de negocio rompedor, ha aumentado su valor, medido en términos de su capitalización bursátil (el consenso sobre lo que vale una empresa). Aunque su valor intrínseco, su verdadero valor, no ha aumentado en los últimos días, ¿por qué, a espera de conocerse los detalles de la operación, ha crecido el precio de mercado de Abertis?
Como decíamos, los mercados funcionan en muchas ocasiones por impulsos irracionales, al igual que el corazón. A Abertis le ha salido un pretendiente y ahora todos la ven más guapa.
Pedro Rodriguez Páramo | Director de Cuentas División Comunicación Financiera